Altos precios en los medicamentos ponen en riesgo la salud de Aminta Samudio
Altos precios en los medicamentos ponen en riesgo la salud de Aminta Samudio
Viajamos hasta el sector de San Francisco, en el corregimiento de San Andrés, provincia de Chiriquí. En este poblado la ganadería, la cría de aves de corral y la agricultura de subsistencia son la principal actividad económica de los lugareños. En una casa humilde, un perro, un par de gallinas y una casanga, hacen compañía a doña Aminta Samudio, una humilde chiricana de 62 años que sufre de hipertensión arterial, asma y otras afecciones que en ella deja el paso del tiempo.
Nos recibe con los brazos extendidos, aunque no por mucho tiempo, un dolor en sus extremidades superiores evita terminar el efusivo recibimiento. ¡Ay, hijo!, esto es lo que a uno le queda después de lavar a mano tanta ropa ajena…”había que hacerlo por unos cuantos reales y así poder educar a los muchachos”, recalca doña Aminta.
Mientras nos acomodamos en un banco de madera para realizar la entrevista, Aminta con dificultad logra sentarse en un taburete para seguir poniendo remiendo a unas colchas rotas. No hay dinero para comprar nuevas si apenas alcanza para comer; menos habrá para adquirir medicinas en un mercado farmacéutico como el nuestro, donde comprar medicamentos es un lujo que pocos pueden pagar.
La señora Aminta nos comparte las vicisitudes a las que debe enfrentarse para comprar sus medicinas y tratar los males que padece. Mientras cambia el color de hilo de remendar, pide a su hijo Eduardo que nos sirva algo de tomar; y aunque la sed ya nos había secado la garganta, nada captaba más nuestra atención que verla sin anteojos enhebrar el hilo en el ojal de la aguja.
Nos cuenta que su hijo mayor vive, trabaja y estudia en la capital, es la persona que le ayuda y está pendiente de ella. Asegura que su hijo ha pagado por años seguro social y la tiene como beneficiaria, “mi hijo me tiene asegurada, pero eso es por el gusto, siempre que voy a ese seguro nunca hay medicinas, y bueno, toca comprarlas cuando se puede”. Ante la situación de desabastecimiento, la señora Aminta y familia, alivian sus padecimientos yendo al patio por unas hojas medicinales que luego prepara en lo que ella llama “pócimas”, una tradición que ha heredado de su abuela y de su madre la señora Ofelia Jurado.
Según Aminta, en tiempos de su madre y abuela todo se curaba con té, herbales o infusiones, “era muy raro ir al médico”. Ahora los tiempos han cambiado mucho, los muchachos no se cuidan y hacen desarreglos, comenta doña Aminta. Antes de preguntarle qué medicamentos usaba, nos pide tiempo para contarnos una anécdota de su juventud.
Con mucho gusto doña Aminta, cuéntenos…“mire, yo vivía en Jacú con mi mamá y mis 5 hermanos, la casa era de cañazas y techo de paja. Una noche, mientras estaba en la hamaca, empecé a quejarme de un fuerte dolor de oídos, no quise llamar a mi madre porque me había advertido que tirarse de clavado en el Río Gariché haría que me dolieran los oídos”
No quiero hacerles el cuento largo, dice doña Aminta, pero esa noche el frío se colaba por las hendiduras de las cañazas y el dolor era cada vez más fuerte. Mi madre Ofelia se despertó, se puso unas chanclas viejas y allí media turulata, fue al patio por unas hojas de ruda que luego de estrujarlas las metió en mi oído y al rato el dolor se fue, termina diciendo doña Aminta.
La bebida para refrescarnos, llegó, era una chicha de naranja con raspadura servida en una totuma de calabazo. Su hijo Eduardo nos deja saber que su mamá no toma café porque le sube la presión arterial, tampoco cosas muy frías porque el asma perturba sus noches de descanso. Era el momento perfecto para preguntarle a doña Aminta que le habían prescrito para controlar la presión y el asma.
Señora Aminta cuénteme… ¿Qué toma para la presión y el asma? - Contesta…”el médico que me atiende allá en el seguro me mandó para la presión una que se llama Lisinopril y para el asma unos jarabes y unas bombitas”. Asegura que ambos medicamentos son difíciles de conseguir en las farmacias de la Caja de Seguro Social, casi siempre que va por ellas le dicen que están agotadas. Lo que no la sorprende porque es tan frecuente el desabastecimiento de medicamentos que ya va predispuesta a recibir un no por respuesta.
La hospitalidad de la señora Aminta es grata, sus limitaciones económicas no le impiden atender bien a quien la visita. Incluso, nos ofreció llevar a casa posturas de gallina, plátanos y un par de aguacates. No obstante, al hablar de medicinas dice que prefiere salir al patio por algunas hierbas medicinales, hasta esperar que le lleguen las medicinas que su hijo envía por encomienda desde la capital. Y es que hasta para ir a retirar la encomienda debe trasladarse dos horas en autobús y disponer de dinero para el pasaje. Igual ocurre cuando debe salir a sacar una cita médica al seguro, misma que le agendan muchas veces en dos o tres meses, con suerte!, añadió.
La visita con Aminta se tornó en una entrevista de varias horas. Su situación nos puso en perspectiva lo que debe hacer el panameño humilde para conseguir sus medicinas. La realidad es que los precios de los medicamentos en nuestro país son elevados, incluso, son hasta cuatro veces más caros que en países como Colombia, México y España. La señora Aminta y el resto de los panameños esperan que el gobierno cumpla su promesa de bajar los precios de los medicamentos y aunque no hay nada concreto en este sentido, eleva sus oraciones a Dios y sigue yendo al patio por más eucalipto, ruda, mastranto, menta, salvia, pasmo, achicoria y hierbabuena.
En el caso de la señora Aminta y pese a tener seguro social, se le hace difícil adquirir sus medicinas debido al problema de desabastecimiento por el que atraviesa constantemente la CSS. Ahora bien, si para la señora Aminta es difícil, mucho más difícil es para aquel que no cuenta con seguro social o seguro privado, es decir, ese panameño(a) que no tiene trabajo fijo, el que a duras penas consigue para calmar el hambre, para ese la situación es compleja y se agudiza con la pandemia, el alto costo del combustible y de la canasta básica.
Comentarios
Publicar un comentario